"Siempre salían a ganar,
no importaba cuantas pelotas tendrían que romper,
ni cuanto tuvieran que correr o sudar,
ni siquiera les asustaba que pegara un sol de muerte.
Sólo les echaba de su frontón la noche,
pero ellos volvían al día siguiente,
empuñando su pala en la mano
y masticando el coraje entre los dientes.
Eran capaces de discutir y chillar,
de moverse como serpientes,
desafiantes; ¿rendirse?, ellos jamás;
por eso embelesaban con su bravura a la gente.
Aparecieron envidiosos e ignorantes
que les decían que dejasen jugar a otros,
y aquellos guerreros de la pala se fueron dolidos y tristes,
pero llevando alta su frente.
Cuando ellos ya no iban al frontón cada tarde,
el frontón de plaza libre se quedó vacío,
sin niñ@s, sin hombres, sin mujeres.
Aún me pregunto por qué se fueron,
por qué se rindieron,
ellos que salían a ganar siempre.
Yo no quiero que se les olvide
y escribo para que se les recuerde.
Tuve el honor de ser uno de ellos,
no el mejor ni el más valiente;
nosotros éramos leones rivales en la cancha
pero compañeros y amigos, a la vez,
como este noble deporte se merece.
Nos apasionaba jugar entre nosotros,
porque Carlos era incansable,
todo pelea y raza en su zurda inagotable;
Eloy era casi invencible,
de fuerza y nobleza incomparable;
Berto, audaz, rápido, hábil y moldeable;
Rober, el zaguero seguro e inquebrantable
y Jacin... Jacin se fue,
pero estará en nuestra memoria siempre.
pero estará en nuestra memoria siempre.
Y con nosotros a un gran nivel estaban Arturo, Miguel Angel,
las nuevas generaciones y Lander,
Joseba y Natxo (¡Dios, que él también en paz descanse!).
Nosotros no éramos de Gernika,
nunca estuvimos en el Jai-Alai,
jamás jugamos en un trinquete,
nuestro frontón sólo tenía una pared,
sin números, sin rebote y sin red.
Pero fuimos felices en él
igual que en la cercana mar lo es nadando un pez.
Ya han pasado muchos años.
¡Qué recuerdos tan bonitos e inolvidables!
¡Qué pena también!
Hoy ya nada es como ayer".